El próximo gobierno de Estados Unidos enfrenta importantes desafíos en su política internacional, especialmente en temas como la guerra en Ucrania, la creciente influencia de China y el manejo de las relaciones en América Latina.
Cada uno de estos frentes requiere estrategias diferenciadas que podrían definir el rol y la percepción de EE. UU. en el ámbito global.
En cuanto a Ucrania, la postura de apoyo continuo contra la invasión rusa parece consolidarse, pero el enfoque específico dependerá del partido que asuma el poder. Un liderazgo republicano podría ver una reducción en el apoyo militar y económico hacia Kiev, lo que pondría presión para una solución negociada con Rusia. En cambio, una administración demócrata es más probable que mantenga una colaboración estrecha con la OTAN y la Unión Europea para fortalecer la resistencia ucraniana.
En el caso de China, la relación bilateral ha sido marcada por tensiones comerciales y de seguridad, especialmente alrededor de la situación de Taiwán. Las posturas de los candidatos sobre este tema incluyen desde mantener una firme defensa de la independencia taiwanesa hasta enfoques más restrictivos en la cooperación militar y económica con China. Las decisiones sobre Taiwán tendrán un impacto importante en el equilibrio de poder en Asia y en las alianzas de EE. UU. en la región.
América Latina también ocupa un lugar central en la agenda exterior de EE. UU. La relación con México es clave, especialmente en temas migratorios y de seguridad. La administración que asuma podría centrarse en fortalecer la cooperación para abordar las causas de la migración, como la pobreza y la violencia, y en trabajar más estrechamente con México en políticas de seguridad. En cuanto a Venezuela, un cambio en la Casa Blanca podría influir en la continuidad de las sanciones y en los esfuerzos por fomentar un cambio democrático. Además, el estatus político de Puerto Rico y las relaciones comerciales con Argentina y Brasil son áreas donde el nuevo gobierno deberá definir su postura y compromiso.
Estos desafíos marcarán una etapa crítica para la política internacional de EE. UU., mientras enfrenta crecientes expectativas de liderazgo en un mundo multipolar o sistema global donde no existe una sola superpotencia dominante; en su lugar, varias naciones (como EE. UU., China, Rusia, y la Unión Europea) tienen poder e influencia significativa en temas clave. Esto hace que las relaciones internacionales sean más complejas, con países colaborando en ciertos temas y compitiendo en otros.
Las grandes potencias colaboran en algunos temas, como el cambio climático, pero también compiten en otros, como la influencia en regiones clave (Oriente Medio, América Latina, Asia-Pacífico). Para EE. UU., esto implica una política exterior que no solo aborda sus propios intereses sino también la cooperación o rivalidad con otros países influyentes, adaptándose a un entorno en el que el poder está más distribuido a nivel global.
Redacción artículo: Elisa Guallasamin, comunicadora rumiñahuense.